Este
es un pequeño relato, realizado con enorme respeto y amor, el cual tiene
la intención de inspirarte para que te conviertas en un héroe más y te
unas a nuestra batalla.
La
victoria de Helios.
De
los más de siete mil millones de seres humanos que habitan en el mundo bajo su
protección, Helios pensó que ninguno de ellos podría herirlo de tal forma.
El
llamado hombre solar volvió de la muerte, él derrotó a la invasión de la
inteligencia artificial colectiva conocida como el enjambre, viajó a los
confines de la tierra desde los abismos marinos hasta las simas volcánicas más
profundas, el hombre del mañana ha soportado incluso el calor de soles más allá
de nuestra galaxia.
Hoy,
Helios, ya hacía postrado, derrotado, llorando inconsolablemente como un crío,
tendido ante la mujer que acababa de golpearlo con toda su furia.
El
ser más poderoso del mundo fue derrotado esta tarde, pero los acontecimientos
que llevaron a su declive, comenzaron hacía apenas tres días, con la inocente
llamada de un niño.
Toto
es un pequeño como cualquier otro, ama los videojuegos, las caricaturas y el
futbol, pero hace cuatro meses le fue arrebatado su mayor cómplice de vida, al
que ahora ve pasar solo de días malos a días peores, en los cuales tiene que
estar encerrado en un cuarto sin poder tener contacto con nadie más que médicos
y enfermeras.
A
Diego, el hermano mayor de Toto, en el mes de mayo le fue diagnosticada
leucemia, desde ese día, el más pequeño de los hermanos ha visto a sus padres
sonreír frente a Diego, pero desmoronarse cada vez que creen estar solos.
Su
hermano mayor siempre fue su héroe y la entereza que el chico de 12 años
mostraba hacía que a cada minuto Toto lo admirará más.
Al
ver llorando a su padre una vez más, el chico decidió tomar cartas en el asunto
para evitar que el sufrimiento que destrozaba el alma de su familia continuará,
cogió el teléfono y marco el número que tantas veces había visto aparecer por
la televisión, una amable voz le contesto, diciéndole:
“Sindicato de la
Justicia, señale el tipo de emergencia y en un momento le canalizaremos con la
Policía local o si se requiere un héroe le asistirá.”
Toto,
suspiro y dijo:
“Necesito, la ayuda
de Helios, es urgente, realmente es un caso de vida o muerte.”
La
chica al otro lado del teléfono, presionó varios botones del panel que tenía
frente si, respiró profundamente y le señaló con cierto desanimo al
chico.
“Helios está
atendiendo una emergencia global en la gran nube de Magallanes, pero puedo
canalizar a Artemisa para que atienda en el acto tu eventualidad, ella se
encuentra cerca de tu localidad.”
En
forma atropellada el chico le dijo.
“Esperaré, no hay
problema, tiene que ser Helios, solo el hombre solar puede ayudarme puedo
esperar aquí a que vuelva de Magallanes.”
La
chica sonrió y le dijo a Toto.
“La gran nube de
Magallanes es otra galaxia, Helios tardará al menos dos días en volver, estás
seguro que tú emergencia puede esperar hasta entonces, te recuerdo que Artemisa
puede volar, es súper fuerte y una guerrera experta.”
El
niño ni siquiera consideró la propuesta, de inmediato contesto:
“Lo sé, pero ella no
es Helios.”
Al
cabo de tres días, el chico volvió a llamar al Sindicato de la Justicia, morada
de los héroes más poderosos del planeta, ahora le respondió otra chica, igual
de gentil que la que le había atendido antes, pero con todo y su amabilidad,
sin escuchar muchas explicaciones le refirió a Toto:
“El sistema reconoce
tu voz muchacho, te canalizaré con un trabajador social para que tome nota de
tu inquietud.”
A
pesar de los reclamos del chico, tras unos segundo, otra voz le respondió
cortésmente:
“Has sido canalizado
a asistencia social del Sindicato de la Justicia, dada tu anterior llamada el
sistema ha considerado que tus necesidades pueden ser resueltas por un civil, sin
la intervención de los héroes más poderosos del planeta.”
El
chico quiso gritarle que no necesitaba a ningún trabajador social sino a
Helios, el héroe más grandioso de la historia de la humanidad, pero entendió
que sus reclamos serían inútiles, así que colgó furioso.
Tras
unos minutos en los que desesperado Toto lloró con la cabeza hundida en su
almohada, decidió que el tal como Helios y Diego, el tampoco se rendiría sin
pelear, el chico se sentó durante largos minutos esperando que una idea le iluminara
para resolver su dilema, hasta que palpando se teléfono, la solución llegó a
él.
El
niño posteó el siguiente mensaje en Facebook, Twitter e incluso escrito en una
hoja a la que fotografío para compartirla en instagram y pinterest:
“Te ruego que
compartas el siguiente mensaje con todos tus contactos para que ellos a su vez
lo compartan con todos:
Helios, tengo ocho
años y necesito urgentemente tu ayuda, la vida de mi hermano Diego depende de
ello.”
El
mensaje finalizaba con la dirección del hospital en el que se encontraba
internado Diego.
El
mensaje fue compartido una y otra vez, hasta llegar a la redacción del diario
“El mundo” en donde el reportero, Claudio Koening lo leyó con suma
atención, saliendo después a toda velocidad del edificio del planeta hasta
llegar a un callejón en el cual tras percatarse que nadie lo veía, dejó una
estela de luz amarilla de la cual emergió en el cielo, Helios el mortal más
poderoso de la tierra.
Diego
reconvalecía en su cama tras la pesada carga de la quimioterapia, la cual desde
hacía unas semanas le había hecho perder completamente el cabello, hoy no era
uno de los días malos, era uno de los peores, pero el valiente jovencito no
podía darse el lujo de demostrárselo a sus padres, ahí nadie se rendía y el no
sería el primero en quebrantar el juramento.
Mientras
Toto intentaba hacer reír a su hermano, un escandaloso barullo llamó
poderosamente la atención de todos los que se encontraban en esa ala del
hospital, aquella doctora tan amable, aficionada vehemente a los héroes, la
cual pasaba horas con Diego intercambiando cromos de los miembros del
sindicato de la justicia, fue la primera en salir a investigar lo que pasaba,
tras unos segundos se escuchó un fuerte golpe y el otro joven médico que antes
estaba en la habitación tuvo que salir corriendo con urgencia cuando fue
informado que la doctora se había desplomado desmayada.
Pasaron
solo unos segundos de quietud a los que sobrevino un intenso resplandor que
entró por la puerta dejando a los chicos boquiabiertos.
Helios
estaba ahí.
Su
imponente presencia dejó a todos sin habla, el único que pudo romper el
silencio unos segundos después fue Toto, quien emitió un grito de emoción
mientras saltaba sin poder detenerse, Diego olvidó totalmente el dolor y
emocionado se puso de pie para recibir al legendario héroe.
Helios
estrechó con sumo cuidado la mano de Diego, acarició la cabeza de Toto y
permitió que cada uno de los presentes se tomara con él tantas selfies hasta
que hubo pasado más de quince minutos desde su llegada, al final de la sesión
fotográfica se dirigió a Diego y le dijo:
“Tienes un hermano
que te adora, gracias a su incesante llamado es que estoy aquí, sin embargo
Toto, entenderás que no puedo estar con ustedes demasiado tiempo mi trabajo es
una batalla interminable, así que dime, ¿qué más puedo hacer por ustedes?”
Viéndole
directamente a los ojos, el pequeño le dijo al héroe:
“Diego tiene cáncer.
Él no merece sufrir.”
Helios
se quedó estupefacto ante lo que el niño le iba señalando y optó por abandonar
el cuarto cuando, Toto añadió:
“Tú puedes doblar el
acero, detener una locomotora, volar más rápido que un avión, desintegrar un
diamante con tú mirada, no hay un milagro que no puedas hacer.
Por favor salva a mi
hermano.”
En
el cuarto imperó el silencio ante la partida de Helios, nadie sabía que decir
ante la evidente decepción que la acción del héroe había provocado en Diego, el
invencible hombre solar se daba a la fuga sin encarar el desafío planteado.
Martha,
la madre de Diego y Toto, tomó las manos de sus hijos, le dio un amoroso beso
en la frente al mayor y también abandonó el cuarto, ante el murmullo de todos
avanzó por el largo pasillo que llevaba a la estancia en la cual todavía
atónito se encontraba inmóvil Helios, quien al ver venir a la desesperada
mujer, le dijo:
“No sé qué decirle,
perdóneme por favor, hay cosas que ni siquiera yo puedo hacer, solo soy un
hombre, no soy un dios que pueda sanar a su hijo.”
La
mujer golpeó con todas sus fuerzas a Helios, propinándole una abofeteada que lo
único que logró fue que el impacto le fracturara la mano a la desesperada
madre, mientras le gritaba a un impotente Helios:
“Cómo te
atreves.
Quién crees que eres
tú.
Qué te da el derecho
de robarle la esperanza a mis hijos.”
Era
imposible que Helios sintiera aquel impacto, su piel era más fuerte que
cualquier superficie sobre la faz de la tierra, sin embargo el golpe lo
lastimó, más que cualquier otro ataque que hubiera sufrido en su vida.
Helios
quiso hablar pero no pudo, no tenía el valor para emitir palabra alguna, ante
su silencio la mujer le gritó con más fuerza:
“Has roto su corazón,
los médicos le han dicho a mi hijo que esta desahuciado, que solo están
luchando por prolongar su vida.
Su padre y yo nos
hemos quebrado por dentro, estamos despedazados, si teníamos un alma en nuestro
cuerpo ahora ahí ya no hay nada, sin embargo cada mañana Diego nos ve
presentarnos ante él con una enorme sonrisa para decirle que no podemos
rendirnos, que buscaremos la forma en la que él y nosotros podremos salir
adelante.
Él es un chico tan
valiente, solo una vez ha llorado frente a nosotros, creo que es el único que
sin decirlo ha aceptado su destino, en cambio nosotros le prometemos cada día
que buscaremos otras opciones, que este no es el fin de la batalla.”
El
abatido héroe por fin respondió:
“Señora…ustedes le están
mintiendo.
Yo puedo hacer cosas
que nadie más en el mundo podría realizar, pero no puedo sanar a las personas,
sería irresponsable otorgarle a su hijo la ilusión de algo que no podré
realizar, incluso sería cruel.”
Iracunda,
Martha le gritó:
“Y tú crees que no
estamos nosotros consientes de la ilusión que nuestras palabras constituyen
para nuestro hijo.
Desde que supe que
Diego estaba enfermo, todas y cada una de mis creencias han sido cuestionadas,
le rogué con toda mi fuerza a dios que mi niño no tuviera esta maldita
enfermedad, pero él no me escuchó, entonces me arrodillé y le suplique que me
lo curará y lo único que obtuve como respuesta fue a los médicos diciéndome que
mi pequeño estaba condenado.
Entonces, por un momento
lo odie, lo odie con todo el corazón, mientras me pregunté qué clase de dios
condena a un inocente con una vida por delante, por qué no le enviaba esta
maldición a un criminal, por qué no me la enviaba a mi misma en lugar de a mi
niño, por qué no le permitiría seguir amando, tener un futuro y darme nieto,
me llené de rabia y entonces me desmoroné y creí enloquecer, pero ese era un
lujo que como madre no podía darme, yo debía permanecer fuerte para él.
Busque la fuerza
necesaria para presentarme ante él sin lucir destrozada, e irónicamente dicha
fuerza la encontré nuevamente en mi fe, me dije que quizá el señor quiere a mi
Diego porque necesita ángeles a su lado, que es probable que nos esté poniendo
una prueba para demostrarle que no podemos rendirnos, que el dejará de sufrir e
irá a un lugar mejor.
Tú crees que no me
preguntó cada mañana si no es qué me estoy aferrando tan solo a una ilusión.
Sin embargo no me
importa darle la espalda a la verdad si eso me da la fuerza necesaria para darle
en estos momentos a mi niño lo único que le puedo brindar.”
Pasaron
unos segundos y Helios, el invencible héroe de mil batallas, el hombre del
mañana, se desmoronó indefenso como un niño, postrado ante los pies de la mujer,
llorando sin poder detenerse.
Conmovida,
la madre se arrodilló, le abrazó consolándolo y le dijo, esbozando una ligera
sonrisa:
“Mírame, no puedo
hacer mucho por mi hijo y aquí estoy, en medio de un hospital consolando al
mortal más poderoso del planeta.”
Tras
instantes de profundo silencio, el abrazo se partió y Helios se alejó sin
siquiera voltear a ver a Martha.
Desde
que Diego fue diagnosticado con la enfermedad, para él había días malos y días
peores, cinco días después de la partida de Helios, era el más terrible de
todos, el chico se encontraba sumido en la cama, sin ánimo de nada, esa tarde
ni la amable doctora que adoraba a los héroes, ni el doctor, con cara de
enterrador, que gentilmente se ponía una nariz de payaso cada que se presentaba
ante los niños sin por lo menos cambiar un poco su adusta expresión, habían
logrado extraerle una sonrisa, incluso la presencia de Toto había pasado casi
inadvertida para él, pero eso fue hasta que él entró.
Era
como la presencia de un ángel brillante que ha descendido para ver de cerca a
los hombres, el efecto al ver a aquel ser luminoso fue el mismo que en la
ocasión anterior, la emoción de todos los presentes fue extrema, hasta que
Helios habló y les pidió dejarlo solo con la familia de Diego.
Toto
se abrazó fuertemente a su pecho, sabía que la presencia del ser más poderoso
sobre la tierra solo podía significar algo para su hermano, Helios quien desde
que llegó no había dejado de sonreír le devolvió la gentileza al chico,
entonces tras unos segundos lo apartó y se dirigió hasta quedar justamente al
lado de Diego, a quién le dijo:
“Estoy muy apenado,
el otro día tuve que partir urgentemente, sabes de mi súper oído verdad.”
El
chico asintió, mientras el héroe continuaba diciéndole:
“Escuche una llamada
de auxilio del Rayo, él podrá ser incluso más veloz que yo, pero se necesita
más que solo velocidad para enfrentarse a Hades, mi némesis, entonces
tuve que irme o el Rayo podría haber perecido en un instante, otro día te
contaré la batalla y le pediré al Rayo y Artemisa que vengan a conocerte.
Eso será en otra
ocasión, pues hoy no solo he venido a disculparme.”
El
chico sonrió por primera vez en ese día, mientras Helios, seguía diciendo:
“Estoy aquí para
decirte todo lo que no pude expresar ese día, Toto me pidió algo y he
venido a intentarlo, no puedo prometerte que funcionará, pero te juro que no
dejaré de intentarlo.”
Martha
abrazó a Diego y ante la sonrisa de oreja a oreja que se había dibujado en el
rostro del chico, su madre por primera vez se permitió llorar delante de
él.
Helios
tomó la mano de Diego, la acercó a su corazón y le dijo:
“Debes repetir
conmigo:
Si tú no te rindes,
yo no lo haré”
El
héroe finalizó el juramento dando un beso en la frente del chico y luego partió
dejando tras de sí un invaluable regalo para Diego y su familia.
Desde que Diego fue diagnosticado con la
enfermedad, para él hubo días malos y días peores, tras la llegada de Helios
también hubo días de esperanza.